Los frutos secos deben su nombre al hecho de que son frutos de distintas especies vegetales con bajo contenido en agua, y esta propiedad los convierte en alimentos con una alta densidad nutricional, esto es, muy ricos en nutrientes. Con todo, dependiendo del fruto seco, será un nutriente u otro el que predomine, y así tenemos frutos secos más ricos en hidratos de carbono (bellota y castaña), en grasa (anacardo, nuez, avellana y cacahuete) o en proteínas (almendra y pistacho).
Además, los frutos secos también son fuente de una gran cantidad de componentes con efectos beneficiosos para la salud: fibra, que ayuda al tránsito intestinal; grasas monoinsaturadas y poliinsaturadas, que son cardiosaludables; vitaminas A y E, que funcionan como antioxidantes; fitoesteroles, que reducen el colesterol… Y todo ello hace que el consumo de frutos secos sea muy recomendable.
Por otro lado, no hay que olvidar que los frutos secos tienen una capacidad alergénica importante y, por ello, siempre aparecen destacados en las etiquetas de los alimentos que los contienen.
